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       Reflexiones por Samuel A. Alemán

Fue falta de fe dejar de congregarnos por la pandemia del coronavirus?

 

Respuesta: Depende.

Si se hizo pensando que esa es la forma de estar protegidos sin confiar en el Dios Padre que nos cuida, el Dios Hijo que nos acompaña y el Dios Espíritu Santo que clama por nosotros, entonces, sin dudas esa acción fue falta de fe.

 

PERO, si se hizo como una acción hecha en el nombre del Señor, en oración, dando ese paso confiando en que es Él quien realmente protege y que al seguir las orientaciones sanitarias hechas por las autoridades puestas por el mimo Dios, creemos que Él está detrás de esas disposiciones; entonces, esa acción no fue por falta de fe.

Recordemos como en el Antiguo Testamento, Dios trajo a su pueblo una serie de costumbres de tipo sanitarias y de alimentación, para evitar enfermedades en un mundo caido.

 

¿Qué diferencia entonces a los cristianos de los que no lo son en situaciones como estas?

  • No en las medidas de higiene y precauciones que debemos de tomar.

  • Si no, con la actitud con que se enfrenta la situación:

    • Sin temores ni pánico, sino en paz y confianza. Seguros y tranquilos porque se está en las manos del Señor.

    • Sin perder el gozo de la salvación.

    • Dispuestos a tratar con compasión a aquellos menos afortunados y vulnerables que nos rodean; es decir: No dejando de ser la iglesia de Jesucristo.
       

RECORDEMOS: La iglesia no es un simple lugar de adoración, sino que es el cuerpo de Cristo actuando donde quiera que haya alguno de sus hijos.

 

Estamos conscientes de que no podemos actuar en cobardía: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.  2 Timoteo 1.7

 

Pero también, en Romanos 13.1,2,5 leemos: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.

2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.

 

Desde el momento en que el gobernador del estado de Georgia pidió a las iglesias que consideraran no reunirse, lo hizo no solo pensando en la seguridad de la congregación sino de toda la población, creo que el espíritu del v.5 se aplica que, por causa de la conciencia, honremos la solicitud de no reunirnos y así lo hicimos en nuestra iglesia.

 

AHORA BIEN, este asunto es como todo lo que tiene que ver con actos de fe en momentos difíciles y no nos toca juzgar lo que otros hacen:

  • Algunos, si un hijo se enferma, por fe no lo llevan al médico; otros, en oración y con fe lo llevan.

  • Algunos pueden no poner cerrojo a la puerta de tu casa porque tienen fe que Dios los protege; pero otros sin dejar de tener fe, tienen cerrojo en sus puertas.

  • Algunos pueden no tener aseguradas sus casas o tener seguro de la salud para la familia porque confían en que Dios los cuida; pero otros, sin perder la fe en el Señor, tienen seguro médico y para sus casas.

  • ENTONCES, quizás algunos, por fe, dejan de lavarse las manos, tener en cuenta otras medidas de higiene y hacen caso omiso de la solicitud de no reunirse temporalmente en grupo; pero otros, también con fe, toman medidas de higiene y seguridad, como fue el caso de nuestra iglesia para temporalmente no congregarse.

 

PERO LO IMPORTANTE ES: No juzgar ni poner en duda la fe de otros porque tomen actitudes distintas al enfrentar un peligro.

 

Doy gracias a Dios por mis hermanos. El mismo domingo en que compartí el mensaje de cómo enfrentar en victoria al coronavirus tomando como ejemplo al pueblo de Dios en la batalla contra Amalec, donde cada uno del pueblo ocupó su lugar y se puso a Dios en el suyo, por la iniciativa de una hermana, un lindo grupo de voluntarios ya está dispuesto para socorrer a los adultos mayores que no puedan salir en las circunstancias en que estamos, ni tengan familiares cercanos que les ayuden. Lo harán usando sus autos para atenderles, de manera que no les falte ningún suministro de primera necesidad.

No nos congregamos el domingo, pero, no hemos dejado de ser iglesia: Nos mantenemos en fe, gozosos en nuestra salvación, con confianza y sin temor, discípulándonos y teniendo estudios en línea porque tenemos un maravilloso y todopoderoso Dios.

Seguimos siendo iglesia de Cristo donde quiera que estemos y bajo cualquier circunstancia, no olvidemos, somos sal y luz del mundo.

Dios les bendiga y proteja.

 

Samuel A. Alemán

​

por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,

                                           Colosenses 1.19

El todo en Jesús.

Reflexionemos.

Solo hay Alguien de quien se pueda decir que lo está todo: Dios.

En el todo del todo, queda fuera absolutamente nada. 

Un ser capaz de contener en sí mismo todo lo que ha existido, que existe y existirá, debe tener características divinas y exclusivas como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnipresencia. Sabemos que solo el Dios creador y sustentador de todo las tiene.

Y entonces Jesús, igualmente tiene toda esa plenitud habitando en su persona.

Gloria a Dios por el Salvador, el Amigo, el Pastor, la Luz, la Roca, el Esposo, el Camino, la Puerta que nos mandó: Al Hijo, su Segunda Persona, ¡alabado y exaltado sea su nombre!

​

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.   Colosenses 1.16

¡Tenemos un Salvador Todopoderoso!

Reflexionemos.

Tener a alguien que nos salve de una muerte eterna y segura es maravilloso, pero que ese alguien sea el mismo Dios Creador de todo lo que existe es más que maravilloso.

Sí, Jesucristo fue junto al Padre y al Espíritu Santo creador de todas las cosas tanto lo físico como lo espiritual; entonces, el que haya sido Él quien muriera en la cruz por nuestros pecados y resucitara al tercer día nos llena de una confianza absoluta.

No fue en mano de una de sus criaturas en quien el Padre puso la difícil misión de hacerse hombre para morir por nosotros sino en su propio Hijo. ¡Bendito sea su nombre!

Entonces, nuestro amigo, nuestro confidente, nuestro camino, nuestra puerta al Padre, está sobre todo trono, dominio, principado y potestad.

¡Gracias Padre por darnos un Salvador tan grande y poderoso!

 

Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; Juan 19.17

Jesús llevó su cruz.

Reflexionemos.

Una terrible cruz le tocó llevar a nuestro Señor. Fue hecha suya sin merecerla y la recibió como una copa amarga de dolor y abandono del Padre.

Jesús llevó su cruz, la cruz de culpa que no le correspondía; la cruz de obediencia que solo Él pudo llevar.

Como hombre santo y perfecto ¿cómo pudo su cruz ser castigo por pecados?

Como Hijo de Dios ¿cómo pudo su cruz llevarle a la muerte?

Las respuestas están en el misterio maravilloso de la gracia en el poder de Dios.

Como Dios encarnado, solo Jesús pudo, inocente y perfecto, tener la capacidad de morir por todos. Como Hijo de Dios pudo entregar allí, en su cruz, una vida sustituta de todas las vidas y morir por todas las muertes merecidas.

Si, Jesús llevó su cruz y gracias a ello, nosotros llevamos la esperanza.

​

Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata.

Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

Juan 19.13-14

Burla con gran verdad.

Reflexionemos.

Al entregar Pilato a Jesús presentándole burlonamente como rey, sin saberlo estaba declarando una verdad a medias.

Sí, Jesús era el Rey, pero no solo de los judíos que procuraban matarle sino de todo lo creado.

El Hijo de Dios encarnado y temporalmente hecho aún menor que los ángeles, aunque hombre, merecía toda la honra y gloria como Rey de Reyes y Señor de Señores.

Inconscientemente, aún en su ignorancia, hay quienes declaran verdades que van mucho más allá de sus conocimientos.

Pero no erremos, llegará el momento en que todo ojo le verá llegar en su gloria para reinar por los siglos; entonces, aún los ignorantes doblarán rodillas a quien sobre todo y todos proclamará su soberanía y grandeza por la eternidad.

​

Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Juan 19.8

Un gobernador romano temiendo a religiosos judíos.

Reflexionemos.

Independientemente de las posibles razones políticas que existieran alrededor de este extraño acontecimiento, una gran realidad a primado en la historia: las fuerzas del mal se imponen contra gobiernos y el príncipe de este mundo, Satanás, hace de las suyas.

Si, el empuje del mal ha marcado la realidad en que vivimos hacia absurdos de maldad: Guerras de exterminio, crímenes contra la humanidad, abusos contra los más desvalidos, racismo y muchos otros males han sido la norma de comportamiento en muchos momentos de la historia. Y esa realidad perdura.

Cuando escuchamos que la trata humana, incluyendo niños para la prostitución que son vendidos como mercancía, es un negocio billonario en estos tiempos, tenemos que concluir que el mal sigue imperando y la maldad florece.

Pero no erremos, Dios sigue en control y aunque incomprensiblemente su voluntad permita esos males, tal y como pasó con la misma muerte del Señor, al final la victoria será suya y su gloria resplandecerá para siempre. En esa esperanza vivimos y confiamos.

​

Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

Juan 19.5

Un hombre para ser maltratado y asesinado.

Reflexionemos.

¿Qué podría hacer un hombre común para escapar del inmenso poderío del imperio romano representado por el mismo gobernador? Nada.

Y así pasó con el Señor Jesús: fue “el hombre” entregado por Pilato a sus verdugos para ser ultrajado y asesinado.

Por amor, la Segunda Persona de Dios se hizo hombre con la capacidad de morir recibiendo el juicio de Dios con todo su poder y esa maravillosa acción fue acompañada de mucha injusticia y sufrimiento.

Todo eso sufrió el Santo y Perfecto Hijo de Dios en obediencia al Padre para nuestra justificación y posible salvación, ¿Qué estaremos dispuestos nosotros a sufrir por Él?

La obediencia a Dios muchas veces trae sufrimientos: Desprecio, discriminación, incomprensión, falso juicio, burlas y en algunos lugares hasta la prisión y muerte.

¿Seremos capaces de ser desobedientes por no sufrir? Dios quiera que nunca seamos así y recordemos lo que nuestro Señor, precisamente por nosotros, estuvo dispuesto a sufrir por amor y eso, merece una respuesta de nuestra parte: Amor verdadero, el que se compromete y obedece hasta las últimas consecuencias.

​

Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón. Juan 18.39-40

Escogieron a un ladrón y no a Jesús.

Reflexionemos.

No nos asombremos que los judíos prefirieran salvar a un ladrón antes que a Jesús, una historia parecida se ha estado repitiendo a través de los siglos hasta hoy.

Muchos otros siguen siendo escogidos antes que el Hijo de Dios.

Por supuesto, no se trata de escogerlo para salvarle, Jesucristo resucitado y a la diestra del Padre vive para siempre con toda gloria y poder, sino escogerle para nuestra propia salvación.

Falsas sectas y religiones, despreciables mentirosos y autoproclamados iluminados, partidos políticos y posiciones de poder que al final corrompen, son puestos antes que Jesús por multitudes.

Pero aún más, para muchos, personas valiosas como hijos, padres, esposos o amigos, también son escogidas como lo primero en sus vidas antes que Jesús.

Sin embargo, a lo largo de la historia, también han estado los que bajo cualquier precio escogen a Jesús como Señor y Salvador. Son los que no se avergüenzan del puro evangelio de la salvación por la gracia de Dios a través de la fe en Jesucristo.

Si, cuando pregunten: - ¿En quien pones la fe para perdón de tus pecados? Muchos responderemos: En Jesús, el Hijo de Dios, muerto por nuestros pecados y resucitado para reinar con su pueblo para siempre.

​

Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. Juan 19.1

Jesús fue azotado por un hombre.

Reflexionemos.

Para que la Segunda Persona de Dios, coexistente con el Padre y el Espíritu Santo desde y hasta la eternidad pudiese ser azotado por un simple mortal, algo imposible tiene que haber pasado: Que Dios se hiciera hombre y ese fue precisamente Jesús: Dios encarnado.

El milagro de que una virgen concibiera y diera a luz a un niño-Dios fue el plan de Dios para que en su cuerpo Jesús recibiera el castigo por el pecado: Muerte. Solo hecho hombre, el Hijo de Dios podría morir.

Sin embargo, esa muerte fue un proceso terrible que incluyó la infame experiencia de ser ultrajado, maltratado, humillado.

Sí, el castigo por nuestras culpas fue sumamente cruel y doloroso para quien por amor y siendo totalmente inocente ocupó nuestro lugar.

Entonces, cuando revisemos de nuevo aquella terrible experiencia de nuestro Señor, una vez más glorifiquemos su nombre: Como hombre murió en humillación y sufrimiento, pero como Dios, pagó por todos nuestros pecados dándonos esperanza y vida eterna.


Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Juan 18.35

Una pregunta muy importante hecha al Señor.

Reflexionemos.

Jesús, el Mesías Hijo de Dios fue llevado ante las autoridades como un vil delincuente y es cuestionado sobre las razones de su detención.

Pero, nada había hecho que mereciera castigo sino alabanza.

Solo hombres, esclavos por sus pecados al príncipe de este mundo, eran responsables con sus mentiras, de aquel momento triste e injusto.

Lo que había hecho Jesús era de conocimiento público: sanar enfermos, levantar muertos, alimentar hambrientos, calmar tempestades, predicar esperanza y salvación.

Pero también, habló verdades que molestaron a los falsos religiosos; también admitió ser igual a Dios y recibir la adoración que como tal merece. Eso levantó el odio fanático de los que en a oscuridad no toleran la luz.

Y la historia se repite: La verdadera iglesia de Cristo que vive y predica su mensaje sigue siendo puesta a juicio y ¿qué ha hecho?, continuar siendo luz y amor en un mundo que se pierde; un mundo que sigue teniendo al mismo príncipe de maldad y mentira: Satanás. No olvidemos, estamos en su reino y eso implica enfrentar potestades. Somos embajadores del Reino de Cristo en un mundo hostil y no esperemos mejor trato del que nuestro Señor recibió.

Pero confiemos, por el triunfo de Cristo sobre la muerte al resucitar, sabemos que Él está con nosotros y vivimos con la esperanza segura en la victoria.

​

Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. Juan 18.31-32

La muerte de Jesús fue la intención final de los judíos.

Reflexionemos.

Cuando los dirigentes religiosos judíos agotaban todos los recursos legales para poder dar muerte al Señor Jesús, no solo estaban siendo manipulados por Satanás para herir al Hijo de Dios sino que estaban saciando su maldad y envidia.

Sin embargo, algo más profundo estaba sucediendo: El plan de Dios.

Sí, que Jesucristo, siendo divino y perfecto, pagara con su muerte por pecados que Él no cometió, era el plan de Dios para saciar su justicia y dar por amor una oportunidad al hombre.

Esa misteriosa y maravillosa realidad de que el plan de Dios se cumpla usando los malos deseos de los malos, estaba funcionando.

La profecía dada a la antigua serpiente de que esta heriría al Señor solo en el calcañal estaba por cumplirse aunque estos planearan una herida mortal y perpetua.

No herremos, aunque la maldad parezca ganar, solo hace lo que el Dios Todopoderoso le permita hacer. Confiemos, la victoria siempre está del lado de Cristo, nuestro Señor.

​

Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.   Juan 18. 26-27

Pedro reincide en negar al Señor.

Reflexionemos.

No debe de sorprendernos lo que Pedro hizo cuando nosotros somos tan reincidentes en errar, desobedecer, pecar.

La naturaleza heredada de Adán nos traiciona y muchas veces tropezamos con la misma piedra y pecamos.

Ahora, ¿podrán compararse nuestras faltas con la acción de Pedro al negar a Jesucristo?

Teniendo en cuenta que cuando un cristiano peca está deshonrando al Señor que dice servir, podemos decir que haciéndolo también se traiciona a Jesús y ese pecado es comparable a la negación de Pedro.

No nos toca juzgar la debilidad de otros sino fortalecernos para no errar nosotros.

Se trata de caminar agarrados del mismo Señor en oración, meditación de la Palabra y servicio obediente, para resistir la tentación que proviene de nuestra propia condición humana.

Solo en el poder del Espíritu Santo podemos vivir en victoria y no cayendo en desobediencia y así negar a nuestro Señor.

Padre, ayúdanos a estar fuertes en ti para no caer y sentir la vergüenza de negarte después de todo lo que haz hecho por nosotros.

 

Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Juan 18.23

El Señor Jesús fue maltratado sin causa.

Reflexionemos.

El maltrato en contra de Jesús contrasta con su mensaje de amor y perdón.

Su ministerio se basó en predicar buenas noticias de perdón, salvación y esperanza, mientras hacía bien sanando dolencias y enfermedades en e pueblo. El resultado: odio y violencia, maltrato y muerte.

¿Qué sentido tiene esa reacción violenta contra el amor?

Fue la lógica reacción de la mentira contra la verdad; la oscuridad contra la luz; la injusticia contra la injusticia; el pecado contra la pureza.

Sí, así actuaron contra Cristo y así lo sigue haciendo contra sus fieles seguidores.

La verdadera iglesia de Cristo, formada por los que humildemente se atreven a vivir su evangelio, siempre fueron atacados con odio, aún por la religión acomodada en el poder de los hombres.

¿Por qué? Porque la luz de Cristo sigue alumbrando oscuridades y falsos cristianos son desenmascarados, mentiras descubiertas y pecados revelados.

La oscura maldad sigue reaccionando violentamente pero la iglesia de Cristo, marcha sin temor amando a tiempo y fuera de tiempo.

​

Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.

Juan 18.20

Parte importante del ministerio de Cristo fue anunciar el evangelio públicamente.

Reflexionemos.

Aunque su misión como maestro fue en un grupo selecto de discípulos, el mensaje del evangelio fue divulgado por el Señor a todos. Sí, la buena noticia de salvación como un regalo de Dios a todos los que le creyeran, fue algo demasiado importante como para que quedara oculta.

El Señor vino a morir por todo el mundo en la cruz y todos necesitaban saberlo.

Ese mensaje de salvación y esperanza sigue siendo necesitado por las masas.

Mientras haya quienes tergiversen la verdad y quieran vender la salvación para su provecho, la iglesia de Cristo no puede callar: Gratuitamente Dios perdona de pecados y hace de su familia a quienes creen en su Hijo; no hay que pagar a religiones ni a religiosos. ¿Cómo podremos guardarnos esa noticia? No, en todo tiempo y en todo lugar cumplamos la misión encomendada por el mismo Jesús: Vamos y hablemos como el Señor lo hizo, la verdad no puede quedar oculta.

​

Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy. 

Juan 18.17

Querer estar cerca de Jesús para después negarle.

Reflexionemos.

Pedro, usando de la influencia de otro discípulo puede acercarse al Señor donde estaba detenido. Sin dudas, estaba haciendo más que los otros pues estos, cobardemente habían huido. Sin embargo, le faltó el valor para identificarse como discípulo de Cristo.

De esa manera a veces nuestra carne nos traiciona y vence a lo espiritual.

Si, los que hayamos puesto la fe en Jesucristo, hemos sido rescatados de la muerte eterna y puestos con poder en la familia de Dios; sin embargo, la realidad es que hasta que no estemos resucitados en cuerpos incorruptibles, seguimos en la constante lucha con lo carnal.

Lo cierto es que por un lado tenemos el deseo de adorar y servir al Señor, mientras que por otro lado hacemos lo que desobedece a nuestro Salvador.

No juzguemos entonces demasiado fuerte a Pedro, cada uno de nosotros ha estado ahí también. Si, le negamos cuando con nuestras acciones decimos a clara voz: “No soy discípulo de Cristo”

Busquemos estar cerca del Señor en la oración, su Palabra y servicio, para estar fuertes espiritualmente en nuestra lucha cotidiana con la carne.

​

Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.

Juan 18.14

Maquinaciones maliciosas y amor divino.

Reflexionemos.

Los líderes religiosos maquinaban como acusar a Jesús para matarle, mientras el Padre Dios hacía cumplir su plan de amor por toda la humanidad.

Caifás aconsejaba que muriese uno por el pueblo y Dios ponía en marcha su designio de amor.

Por odio y por amor Jesús fue entregado para muerte por salvar no solo a un pueblo, sino a todo el mundo que le creyere para vida eterna.

¡Que maravilloso son los propósitos de Dios! Para cumplirlos, aún los malvados son usados para que al final se cumplan; detrás de aquella terrible traición y muerte estaba su mano poderosa.

Sí, la muerte del rebelde para los fariseos era la muerte del Hijo de Dios para salvación. No erremos, Dios no puede ser burlado y nada ni nadie puede contra sus decretos y deseos.

​

Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, 

 Juan 18.12

El Señor fue atado.

Reflexionemos.

La Segunda Persona del Dios Todopoderoso fue atado y llevado preso como si fuera un simple delincuente.

¿Dónde quedó su poder y omnipresencia? ¿Dónde quedó su gloria divina? ¿Cómo pudo ocurrir lo imposible?

El “todo Dios Hijo” fue sometido al “todo amor Padre”.

Sí, por amor al mundo Dios envió a su Hijo para que encarnado consumara con su muerte, la condena de su ley para el pecado. Fue por amor, que Jesucristo naciera humano y como humano fuese atado y llevado hasta la cruenta muerte de cruz.

No erremos: Que el Señor fuese atado como mortal hombre no le hace un dios menor, sino que nos recuerda que es el Dios dispuesto a llegar a lo más bajo por tal de salvarnos.

​

para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

Juan 18.9

Para vivir seguros, debemos de ser dados por Dios a Cristo.

Reflexionemos.

En tiempos cuando no parece existir algo totalmente seguro, sabemos que en las manos poderosas del Señor podemos vivir confiados: El mismo Padre las entrega al Hijo para su eterna salvación y su total protección. Caminar con Cristo siempre es seguro pues como su Padre, es Todopoderoso. Caminar en Cristo nos lleva a Dios, pues es el único camino que nos lleva al Padre.

Pero, ¿cómo saber que fuimos realmente dados por Dios al Hijo? ¿Podrá alguno tener esa certeza y por consiguiente saber que está seguro?

La respuesta es: Sí.

Cuando le creemos a Cristo en su Palabra sabemos que todo aquel que le acepta con verdadera fe tiene vida eterna.

Entonces, la promesa está hecha: El Padre dará al Hijo aquellos que usando de su libre albedrío le acepten y entonces, están seguros y ninguno de ellos se perderá. Cualquiera que lo haga, puede vivir en esa seguridad.

​

Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. Juan 18.7

De los que buscan a Jesús.

Reflexionemos.

Hubo quienes buscaron a Jesús para seguirle pero otros para matarle.

Hubo quienes le amaron pero otros le ignoraron.

Y la historia se ha repetido a través de los siglos.

Sí, ante el Señor Jesús siguen existiendo opciones: escucharle o no, aceptarle o no, seguirle o no. El Hijo de Dios resucitado sigue presentándose a través de su iglesia que le imita y predica. Su orden fue, que ese mensaje llegase hasta lo último de la tierra y su iglesia lo hace con los resultados de siempre: Hay quienes le ignoran, quienes le escuchan, quienes le aceptan o rechazan.

La misma pregunta de Jesús a quienes venían a prenderle pudiera repetirse a quienes se interesen en Él: ¿A quién buscas? ¿A un simple maestro con sus buenas enseñanzas o al Hijo de Dios? ¿A un profeta o al redentor del mundo?

Pero, la respuesta de la verdadera iglesia de Cristo a cualquier pregunta sobre Él, será siempre la misma: Este es el Hijo de Dios, que quita el pecado del mundo.

​

Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Juan 18.5

El traidor estaba con los que entregaban a Jesús, y ¿donde estábamos nosotros?

Reflexionemos.

Que Judas, movido por Satanás fuera uno de los recursos para que el Señor muriera en la cruz nos hace despreciar al traidor y llenarnos de asombro por tanta bajeza.

Que aquella gente que vio y experimentó tanto amor en Jesús fuera indiferente a aquel crimen, nos deja perplejos.

Que sus propios discípulos, llenos de miedo abandonaran al maestro nos indigna y quizás pensemos: Si hubiésemos estado allí, nuestra actitud habría sido muy diferente.

Pero, teniendo en cuenta que el Señor Jesús llegó hasta la cruz para pagar nuestros propios pecados, estamos involucrados en esa historia.

Si, junto al traidor Judas, los cobardes discípulos e indiferente muchedumbre, estuvimos representados por nuestros propios pecados y entonces, más nos vales tomar responsabilidad y con toda humildad, pedir perdón y acogernos a la maravillosa gracia de Dios.

​

Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Juan 18.3

El enemigo siempre viene acompañado.

Reflexionemos.

Satanás usó a sus agentes en contra de Cristo y ahora lo hace en contra de su iglesia.

En un mundo donde su príncipe es el mismo diablo, le es fácil encontrar ayuda entre los millones que en su ceguedad espiritual aborrecen la luz. Lo hicieron contra el mismo Señor y ahora contra sus discípulos.

Seamos realistas, los hijos de Dios vivimos en un medio hostil pues estamos en territorio enemigo. Nuestra carne puede sufrir heridas profundas y eso duele, sin embargo, para su gloria, Dios sigue en control.

Aunque un traidor entregó a su maestro a la muerte terrible de cruz, el plan de Dios de proveer un redentor se cumplió.

Si, la fuerza del mal tiene poder y sigue haciendo mucho mal a la iglesia de Cristo, pero confiemos, el que está con nosotros tiene todo el poder y sabe lo que hace y lo que permite, aunque no lo entendamos.

​

Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. Juan 18.2

El traidor sabía del Señor.

Reflexionemos.

Saber de Jesús no es tener a Jesús.

Alistarse como miembro de una iglesia no quiere decir que se es parte del cuerpo de Cristo.

Conocer la Biblia y sus doctrinas no significa que se hayan guardado sus verdades y se haya sido tocado por su poder.

Leer la Palabra no significa escuchar la voz de Dios para conocerle en sus más profundos sentimientos.

Se pueden hacer todas esas cosas de una manera muy superficial, como seguramente lo hizo Judas Iscariote.

Sin embargo, aquellos hijos de Dios salvos por su gracia, los que conocen a Jesús como Salvador y Señor, le tienen en lo más profundo de sus corazones. Ellos son su iglesia y su esposa. Ellos son los que le escuchan desde sus palabras en las Escrituras, las comprenden por el Espíritu, y la obedecen con gozo.

​

Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. Juan 18.1

Jesús andaba con sus discípulos.

Reflexionemos.

¡Qué maravilloso privilegio el de aquellos discípulos del Señor que le tuvieron en persona y a su lado!

Jesús como el maestro les enseñaba, como el pastor les guardaba, como luz les guiaba, como agua los saciaba, como Dios les salvaba.

¡Qué maravilloso privilegio el de los discípulos del Señor que hoy le tenemos en la persona de su Espíritu Santo y le sabemos a nuestro lado!

Jesús como el maestro, el pastor, la luz y el agua nos sigue ministrando a través de su Santa Palabra en los evangelios.

El Jesús Dios nos sigue salvando por la gracia de su Padre cuando con verdadera fe le aceptamos en confesión de pecado y arrepentimiento.

Nada ha cambiando puesto que Jesús no ha cambiado. Sus discípulos, seguimos siendo muy privilegiados y bendecidos.

​

Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos. Juan 17.26

Jesús en nosotros nos da el amor del Padre.

Reflexionemos.

¡Qué maravilla que por el Espíritu Santo los que tenemos a Cristo conocemos verdaderamente a Dios!

Sí, con discernimiento en su Palabra no solo conocemos de Dios sino a Él mismo.

¡Qué maravilla que por el Espíritu Santo la persona de Cristo sigue obrando con poder en nosotros!

Sí, el Cristo vivo es real en su iglesia y siendo la cabeza: Salva, guía, levanta, da fuerzas.

¡Qué maravilla que el Cristo resucitado sigue con nosotros y por su amor comprendemos y experimentamos el amor del Padre!

¡Qué maravilla que nuestro Señor no fue solo un profeta o gran maestro, sino el Hijo de Dios que con sus atributos divinos está con todos y en todos los que su Padre le entregó!

Sí, en Cristo conocemos el nombre de nuestro Padre: El Dios Amor que amó al mundo y entregó a su Hijo para salvación de todo el que le cree.

​

Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Juan 17.24

Hay quienes hemos sido dados por el Padre al Hijo.

Reflexionemos.

Está en nuestro libre albedrío dado por Dios escoger aceptar o rechazar su plan de gracia en Jesucristo. Creados a su imagen y semejanza, no somos criaturas programadas para hacer solo su voluntad, sino también la nuestra.

Pero, maravilla de maravillas, aquellos que escogimos aceptar su plan, somos entregados por el Padre al Hijo. Por esa verdad estamos con Jesús y eso nos permite ver y experimentar su gloria, compartir con Él, el amor del Padre.

Si, escogidos por el Padre, entregados al Hijo nuestro salvador y sellados por su Espíritu Santo, el cristiano goza, por la gracia de Dios, de una condición maravillosa y única: Pertenecer a la familia su familia. ¡Alabado sea su nombre!

​

La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Juan 17.22

Por Cristo somos hijos de Dios y hermanos.

Reflexionemos.

Cuando en la fe en Cristo recibimos por la gracias de Dios el perdón de los pecados, entramos en la familia de Dios como hijos, somos hechos ciudadanos de su reino y participamos de su gloria. Pero, hay algo más: al ser hijos de un Padre común, somos hermanos y por consiguiente el Señor demanda que seamos uno.

Uno de los peores testimonios que el mundo ha recibido de los llamados cristianos es la división.

Si, lejos de ser uno, el llamado cristianismo ha estado lleno de guerras internas. Los deseos de poder y dominio sobre la mente y corazón de los hombres ha enfrentado por siglos a muchas denominaciones. Inquisiciones y persecuciones les ha llevado a muertes y torturas.

Pero aún más, dominios territoriales y poderes políticos les ha enfrentado en guerras religiosas.

Entonces, ¿qué a pasado con ese deseo de Cristo? ¿dónde está la gloria de Dios recibida y la unidad entre hermanos? No existe; por consiguiente, la única explicación a tanta desunión es que en esos grupos nunca ha existido una verdadera experiencia de perdón por la gracia de Dios; eso explica la falta de amor y la hermandad en Cristo.

Pero, la verdadera iglesia de Cristo, la que está por encima de divisiones en denominaciones, la formada por verdaderos hijos de Dios perdonados y salvos, tenemos que mostrar esa unidad en amor al Padre y al prójimo. Sin importar los apellidos por denominaciones, razas o culturas, somos uno en Cristo, nuestro Señor y Salvador.

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